Aisha, no era su nombre verdadero, nada en su
vida era real.
Pasó por el barrio de puntillas como había vivido, sin
pena ni gloria.
Lo decidió de repente al salir del trabajo y sin mediar
palabra lo llevó a cabo..., sus 50 años pesaban como
una losa.
Solo tuvo que abrir la ventana y dejarse llevar, mientras
caía rozó lo más parecido a la felicidad que había conocido nunca y
cerró los ojos..
El periódico del día siguiente solo llevaba una breve reseña.. "desconocida de mediana edad...."
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