Se decidió a salir aunque no era su momento, eso le marcó para siempre, lo hizo Sin ruido y sin dar demasiado trabajo, no le gustaba hacerse notar, por los menos en esas cosas tan íntimas, eso también le pasó factura tiempo después.
Vivió deprisa, tanto que su infancia solo fue un hecho en el tiempo, cronológicamente hablando. Llegó a la adolescencia sin pena ni gloria, tomando nota de todo pero sin arriesgarse, dejando entrever experiencias pero sin vivir ninguna, sentimientos de plástico y celuloide. Para una vez que sintió, se dejó llevar y se quedó más confusa todavía.
En la mitad de su vida, tomó una decisión, se dejó la cabeza en el cajón y le hizo caso a su corazón, vivió su momento pero quedó intacta de nuevo, se dejó ver, habló por primera vez y solo sintió más confusión, fue juzgada, condenada y golpeada, pero intachable e inmaculada otra vez. Se juró no dejarse llevar y quedarse dentro, era el signo de su vida.
De camino hacia el final dejó constancia de su fraude emocional, sacó sus miedos, les dio alas y los dejó vagar tranquilamente por su corazón hasta que pudieron con ella, ese día se metió en la bañera, abrió el grifo y se sumergió pensando en los recuerdos que le venían a la mente y dejando que todo lo que no pudo dar, no se dejó dar y no vivió, la ahogaran poco a poco. Se dió cuenta que había sido invisible toda su vida para ella misma y para los demás.
Decididamente pensó antes de irse que le quedaron muchas asignaturas pendientes, emocionales todas, así rezaría en su epitafio
Aquí yace una cobarde emocional!
Vivió deprisa, tanto que su infancia solo fue un hecho en el tiempo, cronológicamente hablando. Llegó a la adolescencia sin pena ni gloria, tomando nota de todo pero sin arriesgarse, dejando entrever experiencias pero sin vivir ninguna, sentimientos de plástico y celuloide. Para una vez que sintió, se dejó llevar y se quedó más confusa todavía.
En la mitad de su vida, tomó una decisión, se dejó la cabeza en el cajón y le hizo caso a su corazón, vivió su momento pero quedó intacta de nuevo, se dejó ver, habló por primera vez y solo sintió más confusión, fue juzgada, condenada y golpeada, pero intachable e inmaculada otra vez. Se juró no dejarse llevar y quedarse dentro, era el signo de su vida.
De camino hacia el final dejó constancia de su fraude emocional, sacó sus miedos, les dio alas y los dejó vagar tranquilamente por su corazón hasta que pudieron con ella, ese día se metió en la bañera, abrió el grifo y se sumergió pensando en los recuerdos que le venían a la mente y dejando que todo lo que no pudo dar, no se dejó dar y no vivió, la ahogaran poco a poco. Se dió cuenta que había sido invisible toda su vida para ella misma y para los demás.
Decididamente pensó antes de irse que le quedaron muchas asignaturas pendientes, emocionales todas, así rezaría en su epitafio
Aquí yace una cobarde emocional!
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