Aquí dentro donde me encuentro, está oscuro, apenas hay sitio para poder moverme, no puedo estirar los brazos y menos que nada andar. No se oyen voces ni gente, solo oigo el golpear de mis latidos en el pecho, dentro de poco me faltará el aire y empezaré a ahogarme.
Llevo aguantando mucho tiempo y mis labios apenas pronuncian sonidos, me contento con los que salen de mi cabeza, porque no me oye nadie, no grito, hace tiempo que dejé de hacerlo, solo pienso y pienso sin conclusiones, no las hay porque no tengo respuestas.
No se que o quien me han metido en este rincón del que no puedo salir, que huele a rancio y a polillas sin alas, carcomidas y exhaustas de intentar buscar las rendijas por las que escapar de este lugar tan estrecho. Extiendo mis manos y enseguida llegan al final, un muro delante que no veo. De un tiempo a esta parte este lugar se ha hecho más y más pequeño, no he crecido, sino siendo pequeña pero me rebelo contra las formas, las personas, mi familia, los sentimientos y los “noes” con los que me tropiezo una y otra vez.
Un día que no recuerdo, me decido a extender mis pies mas allá de esas paredes e intentar caminar, por lo menos hasta el tope del muro frío y duro, siento un ruido como de madera carcomida y un resquicio de luz se cuela por un hueco insignificante. Mis ojos, acostumbrados a la oscuridad parpadean extrañados y doloridos, hay algo más que presiento!, es de color más allá del negro y agradable.
Cojo el poco aire que me queda y estiro los brazos, empujo y la rendija se hace más grande, veo más allá, hay personas iguales que yo, que me miran, debo de tener un aspecto lamentable, me consta que si no fuera por eso, no acaparía sus miradas, de hecho he permanecido años y años, demasiados, encogida, asustada e indecisa.
La puerta se ha abierto del todo, no lo entiendo, miro atrás y lo veo, mi prisión es un armario sin cerradura, de madera negra y fuerte, miro hacia delante y el resto de este espacio es abierto, luminoso, concurrido, bullicioso y sobretodo con una mezcla de colores que no recuerdo. Alguien se me acerca, estoy tan sorprendida que solo le veo mover los labios y de entre ellos se abre una mueca extraña que da paso a una sonrisa, hace tiempo que no veía una!!!
Ahora puedo andar más allá de las cuatro paredes de mi encierro, el paso vacilante porque no creo poder dar más de dos pasos seguidos, después de tanto tiempo, es un triunfo!!. Ya no lucho contra mi misma, ya no hablo sola, aunque cuando salgo, me armo como si de una guerra se tratara, no quiero que nada me entre por el único hueco que no me responde, ese al lado de mi brazo izquierdo y del que dependo para seguir andando, demasiado tiempo parado, no quiero que se acelere a la mínima. Dejo que mi cabeza le ordene, es la única forma de impedirme otro encierro en ese armario frío y oscuro.
La salida al exterior ha sido brusca, por eso no asimilo lo que noto, lo que siento, acabo de ver que en algún lugar hay mas personas como yo, pero el descubrimiento es cuando menos sorprendente para asimilarlo de golpe. Mi cabeza no entiende quién o qué me encerró en un armario pero sabe que la puerta se ha cerrado y ahora no quiero abrirla, ya no, dejaré que poco a poco mi mundo se siga abriendo y comprenda lo que ocurre.
Llevo aguantando mucho tiempo y mis labios apenas pronuncian sonidos, me contento con los que salen de mi cabeza, porque no me oye nadie, no grito, hace tiempo que dejé de hacerlo, solo pienso y pienso sin conclusiones, no las hay porque no tengo respuestas.
No se que o quien me han metido en este rincón del que no puedo salir, que huele a rancio y a polillas sin alas, carcomidas y exhaustas de intentar buscar las rendijas por las que escapar de este lugar tan estrecho. Extiendo mis manos y enseguida llegan al final, un muro delante que no veo. De un tiempo a esta parte este lugar se ha hecho más y más pequeño, no he crecido, sino siendo pequeña pero me rebelo contra las formas, las personas, mi familia, los sentimientos y los “noes” con los que me tropiezo una y otra vez.
Un día que no recuerdo, me decido a extender mis pies mas allá de esas paredes e intentar caminar, por lo menos hasta el tope del muro frío y duro, siento un ruido como de madera carcomida y un resquicio de luz se cuela por un hueco insignificante. Mis ojos, acostumbrados a la oscuridad parpadean extrañados y doloridos, hay algo más que presiento!, es de color más allá del negro y agradable.
Cojo el poco aire que me queda y estiro los brazos, empujo y la rendija se hace más grande, veo más allá, hay personas iguales que yo, que me miran, debo de tener un aspecto lamentable, me consta que si no fuera por eso, no acaparía sus miradas, de hecho he permanecido años y años, demasiados, encogida, asustada e indecisa.
La puerta se ha abierto del todo, no lo entiendo, miro atrás y lo veo, mi prisión es un armario sin cerradura, de madera negra y fuerte, miro hacia delante y el resto de este espacio es abierto, luminoso, concurrido, bullicioso y sobretodo con una mezcla de colores que no recuerdo. Alguien se me acerca, estoy tan sorprendida que solo le veo mover los labios y de entre ellos se abre una mueca extraña que da paso a una sonrisa, hace tiempo que no veía una!!!
Ahora puedo andar más allá de las cuatro paredes de mi encierro, el paso vacilante porque no creo poder dar más de dos pasos seguidos, después de tanto tiempo, es un triunfo!!. Ya no lucho contra mi misma, ya no hablo sola, aunque cuando salgo, me armo como si de una guerra se tratara, no quiero que nada me entre por el único hueco que no me responde, ese al lado de mi brazo izquierdo y del que dependo para seguir andando, demasiado tiempo parado, no quiero que se acelere a la mínima. Dejo que mi cabeza le ordene, es la única forma de impedirme otro encierro en ese armario frío y oscuro.
La salida al exterior ha sido brusca, por eso no asimilo lo que noto, lo que siento, acabo de ver que en algún lugar hay mas personas como yo, pero el descubrimiento es cuando menos sorprendente para asimilarlo de golpe. Mi cabeza no entiende quién o qué me encerró en un armario pero sabe que la puerta se ha cerrado y ahora no quiero abrirla, ya no, dejaré que poco a poco mi mundo se siga abriendo y comprenda lo que ocurre.